No existe asunto más propio de la existencia del hombre que las elecciones, es decir, la condición permanente que nos pone frente a la necesidad de elegir, escoger, decidir. Por eso, valga la oportunidad para que desde la acepción ética del término, propiciemos una reflexión.
Podemos decir que la esencia de la condición humana, aquella que nos diferencia de los demás seres vivos y que constituye el núcleo de la libertad, está dada por nuestra capacidad para aprender y elegir.
Los seres humanos, en la mayoría de situaciones, tenemos la posibilidad de actuar en la forma que elijamos. Esto implica a su vez una gran responsabilidad tanto individual como colectiva. El ser humano, requiere una permanente búsqueda, elección y acción que nos permita y nos conduzca vivir libremente en un sistema democrático.
En cada momento sin que seamos conscientes de ello, estamos haciendo elecciones. Desde situaciones tan elementales como elegir entre levantarnos de la cama o permanecer en ella; ingerir tal o cual alimento, colocarse una u otra camisa, escoger a una u otra compañera, hasta las acciones demás impacto como elegir si voto por este o por aquel candidato para que tome decisiones cuyas consecuencias podrían modificar el curso de nuestras vidas.
Aunque no todas las elecciones tienen la misma connotación, antes de elegir, si es necesario conocer y prever las consecuencias futuras. Esto, es parte del ejercicio llamado deliberación. La otra parte es considerar la justificación de las razones desde las cuales estamos validando una elección en particular.
De ahí la importancia de que nuestros actos sean conscientes, intencionados y con conocimiento. Esto sucede cuando, ante un acto que vamos a ejecutar, podemos responder a las preguntas: ¿para qué? y ¿por qué?
Las respuestas nos mostrarán las consecuencias y nos permitirán hacer uso de la libertad de elección porque cuando elegimos lo hacemos dentro de una gama de alternativas que nos llevan finalmente a tomar una decisión que tiene implicaciones éticas, que se encuentran dentro de una jerarquía con principios y valores.
No obstante, es preciso entender que es en las pequeñas decisiones donde vamos evidenciando nuestro compromiso moral, done vamos ejercitando el habito de reflexionar y sopesar las consecuencias los valores en juego antes de actuar. No es en las circunstancias límite ni en los grandes escenarios donde debemos hacer acopio de nuestro ejercicio ético, es también en el día a día, en las acciones más simples y e inadvertidas. Es en el momento de depositar nuestro voto cuando debemos ejercer nuestro derecho de elegir libremente a la persona que consideramos mas calificada. Es ahí en la soledad del cubículo, donde nadie puede presionarnos que debemos responder los interrogantes: ¿a quien? ¿Por qué y para qué?
