José Félix Lafaurie Rivera- @jflafaurie
Parafraseo la que es, quizás, la sentencia más famosa de la oratoria política en la historia universal, pronunciada por Cicerón en lo que hoy llamaríamos la plenaria del Senado, enfrentando a Catilina, un patricio autor de sobornos y conspiraciones contra la república, ante lo cual Cicerón le espetó: ¿Quosque tandem, Catilina, abutere patientia nostra?. Como el latín es nuestra lengua madre la traducción no hace falta. Y entonces yo me pregunto: ¿hasta cuándo Maduro abusará de la nuestra? Más allá de la bravata por la cortesía de facilitarle un avión a Felipe González, o porque Santos tuvo el atrevimiento de recibir sin permiso a Capriles en 2013; más allá de los insultos y amenazas de su difunto mentor al entonces presidente Uribe y su ministro de Defensa, el mismo Santos, a quienes trató de mentirosos, mafiosos y paramilitares,
por el “cobarde asesinato de un buen revolucionario» como Reyes; más allá de los insultos de Maduro a los ex presidentes Pastrana y Quiroga, y de tantas otras sandeces populistas que nos recuerdan el exasperado pero muy digno, ¿Por qué no te callas? del rey Juan Carlos; más allá de todo eso –repito–, yo me pregunto ¿hasta cuándo?, y solo me surgen preocupaciones por dos temas que considero sustantivos.
El primero es la seguridad de nuestros compatriotas que no han querido o no se han podido devolver, porque allá tienen su pasado y su presente, y muy poco futuro en su propia patria. A los que no se nacionalizaron para votar por el chavismo no se les permite ni siquiera comprar víveres; a los que pretenden hacerse a un mercadito al otro lado de la frontera se les encarcela por contrabandistas, cuando no por paramilitares y conspiradores. Las deportaciones arbitrarias están a la orden del día y las últimas declaraciones de Maduro son una incitación a la xenofobia contra los colombianos. ¿Hasta cuándo entonces? ¿Qué más riesgos deben correr nuestros compatriotas?
Asunto grave, pero más grave el irrespeto a los derechos fundamentales y a los valores democráticos, con su mayor expresión en la desaparición de la prensa libre y el creciente número de presos políticos. Pastrana, Quiroga y González han querido defender esos valores con valentía, tratando más de despertar a la opinión dormida de Latinoamérica y el mundo, que de realmente poder hacer algo ante la contumacia del tirano disfrazado de demócrata, el apoyo ferviente de sus aliados, el silencio cómplice de quienes están atrapados en el fracasado socialismo del siglo XXI por sus propios intereses, y las medias tintas de los países que juegan a no desairar a Maduro, pero como esperando a que se caiga solo.
La foto del show de la CELAC en Bruselas lo dice todo. Correa y Evo exultantes al lado de Donad Tunsk, presidente del Consejo Europeo, incómodo ante la tonta arrogancia de sus acompañantes, que más parecen en un “prom”, mientras la Merkel los mira con pena ajena. Europa molesta pero sin aspavientos, ante la pretensión de Morales de condenar las sanciones ‘imperialistas’ de Obama a la Venezuela de su compadre Maduro, y nosotros, aunque no somos el patio trasero de nadie, la verdad, a veces nos comportamos como si lo fuéramos, pues ningún mandatario latinoamericano en ejercicio se ha pronunciado con la contundencia de Obama.
Mientras tanto, la furiosa locura socialista, que también nos tiene en sus planes y comulga ideológicamente con nuestra contraparte en La Habana, sigue destruyendo el sustrato democrático de América Latina, sin que un Cicerón de estas tierras le espete en la cara, como Juan Carlos, ¿Hasta cuándo, Nicolás?