Por: Edgar Castro C.
El presidente Santos en su afán reeleccionista ha acudido en el último año a distintas estrategias, ya sea por impulso propio o por recomendación de sus asesores de imagen. Lo hemos visto conduciendo uno de los conocidos “yipaos” del eje cafetero o un bus en la Ruta del Sol, vale recordar que en ambos casos lo hizo sin ajustarse el obligatorio cinturón de seguridad. Ha quedado en ridículo cuando ha ensayado en público bailes folclóricos regionales, ha asistido a cuanta fiesta se realiza en la geografía nacional o se ha hecho fotografiar en poses, que desnudan su poca naturalidad, como cuando lo hizo en calzoncillos en Valledupar al hacer entrega de casas, en el marco de su cacareado programa de viviendas gratis.
Parece que la mercadotecnia política le recomendó acudir al mejoramiento estético de su rostro. Por esto, el pasado mes de diciembre se sometió a una blefaroplastia en sus ojos papujos, para arreglarse los párpados. Debo aclarar que la palabra papujo (a) aún no ha sido incluida en el diccionario de la real academia española, pero en el Caribe colombiano la usamos para referirnos a quien tiene la parte externa de los ojos hinchada, como era el caso de Santos.
También se restauró el presidente las ojeras con bolsas que lucía en la parte inferior de los ojos, que en la jerga médica se conoce como hipercromía idiopática del anillo orbitario. Las ojeras se presentan como consecuencia de un exceso de trabajo, y poco descanso; una mala alimentación, el mal dormir, el estrés o por una predisposición genética. Por descarte, es irrebatible concluir que las ojeras presidenciales se debían a la última causa indicada: la cuestión hereditaria.
Se ha conocido por fuentes cercanas a la Casa de Nariño que, antes de tomar el camino de la cirugía, había probado tratamientos caseros como el uso de manzanilla en compresas y la colocación de bolsitas de te frio, sin resultados positivos.
Ninguna de las tácticas puestas en marcha por nuestro mandatario para conseguir ser reelecto, le ha dado los resultados esperados. La última encuesta que consulta la opinión de los potenciales electores, que realizó Cifras y Conceptos por solicitud de Caracol Radio y Red Noticias, solo le da a Santos una intención de voto del 26 por ciento. Pierde con el propósito del voto en blanco -30 por ciento- y si le gana a otros aspirantes como Enrique Peñalosa y Oscar Iván Zuluaga, por mencionar a los que más se le acercan, no es porque su carisma mueva el entusiasmo del pueblo sino porque los demás son igualmente impopulares. Tiene, eso sí, la ventaja de estar usando el poder gubernamental para engrasar, con la ya famosa mermelada, la maquinaria política.
Pero no es Santos el único funcionario estatal que ha recurrido a los cambios estéticos. El procurador, Alejandro Ordoñez, se encuentra estrenando sonrisa por el procedimiento de ortodoncia que se hizo para corregir las irregularidades de sus sobresalientes colmillos. Según Antonio Caballero, no es gratuito que un político se someta a éstas alteraciones en su apariencia. Dice que se esconde en ello la apertura de una nueva etapa en sus ambiciones y ejemplariza con el caso de François Mitterrand, quien luego de limarse los caninos fue exaltado por la opinión nacional francesa.
Se especula que otro empleado oficial que seguirá el ejemplo de Santos y Ordoñez, es el fiscal Eduardo Montealegre que, según se ha sabido, sorprenderá al país con un nutrido implante capilar en su despejada testa.
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