Por: María Mercedes Pertuz
Por estos días en los que se ha puesto de moda el tema ambiental por el cargue de carbón en el puerto Drummond, donde no se está atendiendo la disposición legal de cargue directo en los buques y no a través de barcazas, ha quedado en evidencia una la realidad indiscutible: estamos en un año electoral y, tanto senadores como el Presidente aspiran continuar unos yendo todos los días al Capitolio y el otro pernoctando en la Casa de Nariño y cualquier cosa es valedera, así sea dárselas que se preocupan por el bienestar de todos los colombianos.
Por eso del correo de las brujas conocí esta tarde un tema relacionado con el sindicato de trabajadores de la multinacional, lo cual dejaría anonadado a cualquiera, incluso a Georges Sorel y Arturo Labriola inspiradores de la corriente sindical revolucionaria, que se originó en Francia a finales del siglo XIX y que ha dado origen a los sindicatos mundiales, incluidos muchas agremiaciones dislocadas reconocidas, en este país del Sagrado Corazón, así la Constitución de 1991 lo haya dejado de encomendar.
Conociendo semejante desatino, como es que entre la convención colectiva que pretende o pretendía la organización sindical de Drummond, la multinacional debería, entre otras muchas cosas insólitas, asumir los gastos mortuorios y/u otros emolumentos de las personas con parentesco de afinidad de primer grado, llámese suegro o suegra de los empleados, surge la duda de a dónde fue a dar el ideal de los creadores del sindicalismo revolucionario que consideraban el sindicato como “la institución clave tanto para proteger a los trabajadores de sus patrones y del Estado, así como para organizar la vida productiva y administrativa de la sociedad” (tomado de Wikipedia).
Con semejante pretensión disparatada, en la que los señores sindicalistas pretenden que la empresa cargue con los suegros, cuando seguro muchos de ellos ni gustaran de sus parientes por afinidad, lo cual no sería una idea descabellada de quien escribe estas líneas, si se tiene en cuenta que siempre los suegros, en un gran porcentaje, no son bien vistos y los prefieren tener a metros de distancia, ya sea debajo de la tierra o en cualquier lugar menos cerca de la casa, surge la pregunta a qué juegan los trabajadores: a explotar a la empresa o a procurar por sus derechos.
Si procuraran la reivindicación de sus derechos, tal como se idealizó el sindicalismo revolucionario en Francia, más que procurar que la empresa gaste parte de sus recursos en los suegros, lucharían para que invirtiera en ellos mismos y dado el riesgo a la salud que enfrentan al desempeñar sus labores diarias, se les reparara el daño que se les pueda generar a ellos y por consiguiente a sus cónyuges y familiares en primer grado de consanguinidad ascendente y descendente, háblese de los padres y los hijos que puedan llegar a tener, estarían dentro de la concepción de esta corriente anti partidista.
Con esta lucha a favor de los suegros, que se convierte en la reivindicación de los parientes por afinidad lo cual fue, en algún porcentaje, una de las causas del desacuerdo entre empleados y patrono a la hora de la negociación de la convención colectiva y la situación que vive la multinacional por el incumplimiento legal del cargue, entones surge la duda de si lo que alude la compañía como causa del retraso en los trabajos de adecuación del muelle, es por el cese de actividades, entonces es preocupante y delicada la situación, toda vez que la estabilidad del país y la sostenibilidad del medio ambiente en la región dependa de los suegros.