Por Edgar Polo – edgarpolo.op@gmail.com
Una pandemia es un mal contagioso y generalizado que afecta varias regiones geográficas simultáneamente y que genera resultados perversos. Por extensión, un mal con estas características que afecta la sociedad en todas partes, es una pandemia que exige su extirpación. Hay por lo menos dos males poderosamente contagiosos que afectan al mundo entero y sin alarma hacen metástasis. Sin embargo aparte de los anuncios de tomar correctivos siguen tan campantes como Johnnie Walker, son: la corrupción y el narcotráfico.
No se sabe cuál fue primero, es más, se puede concluir que son congénitos con la condición del hombre en general. El mismo Jesús, fue vendido por 30 monedas de plata para iniciar su padecimiento que concluyó en el Gólgota a la hora de nona y que partió en dos la historia de la humanidad. La corrupción es anterior a la era cristiana.
Aunque se define como el abuso de la función pública para obtener un beneficio generalmente ilícito, la corrupción no es solamente del sector público sino que corroe todos los estamentos de la sociedad. Santa Teresa de Jesús se preguntaba sobre quién es más culpable si el que paga por la peca o el que paga por pecar.
Aunque se pensaba que la corrupción era inherente a los países en desarrollo, seguramente porque se asocian con instituciones débiles, noticias provenientes de Europa y Estados Unidos indican de la captura de funcionarios corruptos entre ellos los alcaldes de Sweetwater y Miami Lakes, lo que confirma el aserto inicial. No es solo el sector público, la realeza española ha resultado pringada por las andanzas de Urdangarin, en El Vaticano el Papa Francisco ha debido de remover funcionarios sobre los que pesan acusaciones de lavado de activos en el Banco Vaticano y qué decir de las acusaciones que hacen a la señora Kirchner en la Argentina o al partido de Lula y Dilma en Brasil, es una verdadera Pandemia.
En nuestro medio cada día trae una nueva noticia de actos de corrupción: no es solo de la contratación pública en todos sus niveles sino de las otras ramas del poder: los carruseles de las pensiones en las Altas Cortes de la justicia, en el Parlamento y como si fuera poco el sector privado se estremece por la quiebra de la principal firma comisionista de bolsa en la que el inventario de imputaciones delictivas va parejo con la magnitud de las perdidas en una maraña de altas finanzas indescifrable y difícil de cuantificar.
Sobre el narcotráfico aunque han corrido ríos de tinta sobre las causas y efectos del mismo, da pena la solución que plantean reconocidos líderes que propenden por su legalización al argumentar que la lucha contra el flagelo ha sido un rotundo fracaso. Olvidan que se debe a que solo se ha atacado una parte del problema como es el cultivo dejando de lado los otros aspectos del tráfico como son: el tráfico de precursores químicos, el lavado de activos y el alto consumo que dependen exclusivamente de las grandes potencias políticas y económicas a las que no le preocupan estas circunstancias y más bien se lucran de ellas.
Legalizar las drogas es multiplicar el consumo y la consecuente adicción que causa terribles males sociales, sería un despropósito. Ahora solo falta que como la corrupción ha resultado inatajable, se proponga también su legalización.