Colombia desde tiempos inmemoriales, ha soportado la descomposición social, que ha dado pie, para que por más de sesenta años, el país y sus habitantes padezcan las barbaridades y atrocidades, cometidas por los diferentes grupos, políticos como en los tiempos de liberales y conservadores, los años 50, con Guadalupe Salcedo, el cura Camilo Torres y ahora con estos grupos alzados en armas que se escudan en una aparente ideología, para desarrollar el imperio del narcotráfico.
Pero, quienes estamos lejos del conflicto, vemos que los intereses de los grupos insurgentes como las FARC, E.P.L, el E.L.N. o el E.R.P., que han empuñado las armas con el pretexto de encubrir la real motivación de quienes están al frente de los denominados ‘luchadores por la igualdad social’, disfrazan su objetivo, para entrar a las grandes ligas del negocio del tráfico de narcóticos.
En la otra acera, las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia – AUC -, que nacieron como consecuencia del boleteo, la extorsión y el secuestro, tal vez su primera intención, fue liberar y defender a los trabajadores del campo, a los industriales y comerciantes, de la amenaza de los insurgentes, ya que el Estado, lógico defensor y garante de la vida, la sana convivencia, el trabajo, la justicia y la libertad, dentro de un marco jurídico, y democrático, que garantice un orden político, económico, estaba en mora de cumplir con estos derechos consignados en la Constitución Política Colombiana, cayeron en los mismos vicios de las llamadas Fuerzas Revolucionarias.
Ahora, tal vez cansados o atemorizados al ver que sus compañeros de lucha, han sido dados de baja, quieran sentarse con el Estado colombiano, a entablar diálogos, para llegar a un acuerdo de paz.
Pero tenemos que hacernos muchas reflexiones de acuerdo a las experiencias vividas con anteriores procesos que se encaminaban a obtener la paz.
Los delegados de la guerrilla elegidos para iniciar las conversaciones en Oslo en Noruega y después en la Habana, Cuba, tienen que presentar al país actitudes pacíficas y coherentes con la situación que significa el desarme de todos los milicianos, no se puede actuar con arrogancia y enfrascarse en discusiones no valederas; pero, ante todo el gobierno nacional tiene que presentar programas efectivos y bien coordinados, para que una vez que se firme el tratado de paz, se enmudezcan los fusiles y las bombas, se inicien grandes programas de reeducación para los desmovilizados y puedan iniciar una nueva vida, conviviendo con los demás colombianos.
Colombia no aguanta un mal proceso, el Gobierno tiene que garantizar la idoneidad de los programas de reinserción deben ser efectivos porque de otra manera la desbandada de los desmovilizados engrosarían las filas de la delincuencia y entonces tendríamos un país sin guerrilla de las FARC, pero con reductos del ELN y las denominadas Bacrim mas fortificadas, asaltando, extorsionando, delinquiendo, narcotraficando, es decir, que nuestra paz está camuflada, pues si no se garantiza; el régimen delictivo seguirá existiendo en nuestra República.
Deseamos de todo corazón que los diálogos que se inician en Oslo, tengan de parte de los delegados tanto de las FARC, EP, cómo del Gobierno, la voluntad e inteligencia para ir en la búsqueda de la paz, por el bien de nuestra querida nación y de todos los colombianos, para no repetir la experiencia del Caguán.