El camino empezó mucho antes de que la Universidad del Magdalena llegara a la Sierra Nevada de Santa Marta. Empezó en la memoria, en el reconocimiento de una deuda histórica con el territorio y con los pueblos que lo custodian desde el origen de los tiempos.
El recorrido fue largo: un par de horas en carro, subiendo por el sector de Calabazo, dejando atrás el ruido de la ciudad y adentrándose, paso a paso, en el silencio profundo de la montaña y el sonido de un ecosistema imponente, hasta llegar a Pueblito, al resguardo Teykú Bunkwanezhaka, donde late un corazón espiritual de este territorio sagrado.
En medio del verde inmenso y el susurro del viento ancestral, el rector de la Universidad del Magdalena, doctor Pablo Vera Salazar, acompañado por un equipo interdisciplinar, fue testigo y protagonista de un momento que trasciende cualquier protocolo institucional: la reintegración de piezas líticas al territorio de donde nunca debieron salir.
“Estamos viviendo un momento histórico”, coincidieron autoridades tradicionales y representantes institucionales. Y es que no era para menos. No se trató solo de la entrega de objetos arqueológicos, sino del retorno de una parte viva del patrimonio cultural y espiritual del macizo montañoso, un gesto que busca reequilibrar el orden, el ‘Corazón del Mundo’, como lo llaman los hermanos mayores.
Las piezas como bastón ceremonial, tumas, metates, manos de moler y otros elementos cargados de significado, habían sido resguardadas por la Alma Mater desde el año 2.008, cuando la concesión del Parque Tayrona determinó su salida del territorio.

Todos estos objetos hacen parte de la colección Shairama, producto de excavaciones arqueológicas que se hicieron en Pueblito en la década de 1.940 a cargo del antropólogo y arqueólogo, Gerardo Reichel-Dolmatoff quien falleció en 1.994.
Hoy, gracias a un proceso cuidadoso, respetuoso y articulado, regresan a su lugar de origen con el acompañamiento del Instituto Colombiano de Antropología e Historia, ICANH, Parques Nacionales Naturales Territorial Caribe y las autoridades tradicionales del Resguardo Kogui-Malayo-Arhuaco.
Más allá de actos protocolarios
“Este no fue un acto administrativo más. Fue un acto de memoria. De justicia cultural. De retorno”, expresó el rector Pablo Vera Salazar.
Cada pieza fue reconocida no solo como una huella del pasado, sino como el inicio del equilibrio que vuelve a su casa, guiado por la Ley de Origen y por el ejercicio de gobierno propio de los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta. Un proceso profundamente humano, espiritual y ancestral, en el que la academia se despojó de la altivez para escuchar, aprender y honrar.
Como Institución de Educación Superior, UNIMAGDALENA expresó su profundo agradecimiento por la confianza depositada por los indígenas, en este proceso y reafirmó su compromiso con la protección del patrimonio cultural, la investigación rigurosa, el respeto por los saberes ancestrales y la defensa del territorio.
En este escenario, se firmó un acuerdo que va mucho más allá de un documento: es una promesa viva, un pacto ético y espiritual de preservar, acompañar, escuchar y aprender. Un acuerdo que reconoce que el conocimiento no habita solo en los libros, sino en la tierra y sus piedras, en el río y en la palabra de los Mayores.
Las palabras de quienes atesoran estas piezas fue el inicio de un nuevo despertar, pero el fin de un secuestro. Luis Nuvita, líder de la comunidad Kogui explicó que, “los elementos sagrados son los que hacen respirar al ‘Corazón del Mundo’. Esto no es solo para los pueblos de la Sierra sino para la humanidad”.
El llamado de las autoridades indígenas fue contundente. “A todas las instituciones que tengan objetos sagrados devuélvanlos. Eso no es solo entregar, sino devolver la vida de las culturas milenarias, dar la vida de la naturaleza. Porque la naturaleza y el territorio está enfermo y con estos elementos sagrados, se hace la reparación espiritual y física”.
Del laboratorio al territorio
El Máximo Directivo Universitario, no dudó en expresar su satisfacción y agradecimiento por iniciar el proceso de devolución del patrimonio al territorio. “Empezamos con estas primeras entregas, con el apoyo de Parques Nacionales y gracias a todo el trabajo del equipo de Arqueología, a los profesores y estudiantes de Antropología que participaron en la clasificación, quienes conservaron estas colecciones durante este tiempo”.
Agregó que la visión tradicional de extraer del territorio para convertir en objeto museográfico se debe transformar y devolver precisamente mucho de este patrimonio a las comunidades vivas, a las comunidades ancestrales que hacen parte de ese legado vivo.

La utilidad de estos elementos tiene un profundo significado. “No solamente espiritual sino inclusive, como lo explicó el Mamo, de reequilibrar el mundo para combatir el cambio climático, de darle otra vez la fuerza al ‘Corazón del Mundo’, a la Sierra Nevada. Así que desde la Universidad del Magdalena estamos muy agradecidos con las comunidades y sentimos esa responsabilidad y ese acto de humildad de devolver aquello que en esa visión extractivista que muchas veces tuvo la Arqueología y que muchas veces ha tenido la Ciencia, hay que devolver del laboratorio al territorio y hay que salir del escritorio al territorio como lo hemos hecho siempre durante todos estos años al frente de la Universidad”.
En este proceso la jefa del Parque Nacional Natural Tayrona, territorial Caribe, Patricia Saldaña Pérez, indicó que el trabajo conjunto con la Universidad, fue clave para que esta devolución se hiciera efectiva, luego de cumplir con varios aspectos.
Después de una jornada enriquecedora. empezó descender detrás de las montañas, las nubes grises lo fueron arropando y el cielo se manifestaba con truenos, mientras el silencio volvía a abrazar Pueblito, para acoger las piezas que ya no estaban en manos ajenas; habían vuelto a casa. Y con ellas, también volvió un fragmento de la armonía que sostiene el mundo.






