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Elogio de… la dignidad

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José Félix Lafaurie Rivera -@jflafaurie

 Con el sarcasmo como recurso, Erasmo de Róterdam escribió el “Elogio de la locura”, convirtiendo a la locura misma en protagonista, para criticar a la sociedad y a la Iglesia de su tiempo.

Con la indignación como recurso, esquivo el debate sobre las irregularidades del juicio a Álvaro Uribe y los sesgos evidentes de la juez, para intentar un “Elogio de la dignidad”, hoy personificada en el expresidente Uribe.

Hay quienes se preguntan por qué Álvaro Uribe, que dedicó su vida al país hasta llegar al honor de dirigir sus destinos, con grandes resultados cuando éramos un país inviable, no declaró su misión cumplida para dedicarse a lo suyo y a recuperar tiempo con su familia.

¿Por qué? Por patriotismo, que no es agitar una bandera en un estadio o colgarla de una ventana el 20 de julio, sino amar de veraz a este país imperfecto, sí, pero el de nuestros abuelos y padres, y el que les dejaremos a nuestros hijos y nietos; razón de más para no descansar cuando el país nos necesita. Álvaro Uribe lo tiene claro.

¿Por qué? Por coherencia, que es obrar de acuerdo con lo que hablamos, hablar de acuerdo con lo que pensamos y ser fieles a esas ideas. Se puede cambiar de opinión frente a coyunturas diferentes, pero no de principios. Álvaro Uribe lo tiene claro. En medio de saltimbanquis políticos que cambian de principios como de camisa, es inamovible su discurso del imperio de la ley y la seguridad como cimientos del libre emprendimiento y la equidad.

¿Por qué? Por coraje, y Uribe sí que lo tiene, pues en el país la coherencia entraña riesgos contra la libertad y la vida, proporcionales al compromiso patriótico y, también, al número de quienes confunden diferencia ideológica con odio a muerte.

Y todo eso, más la sencillez, la honestidad y la transparencia, arroja un resultado virtuoso: LA DIGNIDAD, que no se compra, se nace con ella y la vida es una lucha por preservarla, aunque muchos la Muchos la pierden en el camino o la negocian con mezquinos intereses.

La dignidad le permitió a Uribe enfrentar a la justicia con la entereza de quien se sabe inocente, cuando muchos escapan del país con la tolerancia de las autoridades.

La dignidad le impidió a Uribe atender el consejo malintencionado de acogerse a la justicia de un acuerdo espurio, porque una justicia que regala impunidad a los criminales no tiene nada que ofrecer a un inocente.

La dignidad le permitió y le seguirá permitiendo a Uribe enfrentar a la justicia con respeto, aunque sienta que a esa institución fundante de la democracia haya que limpiarle muchas telarañas.

El legado de Uribe, más vivo y necesario que nunca en un país arrastrado a la violencia y el desgobierno, es el muro de contención para detener a quienes buscan sembrar el caos y destruir nuestra democracia con ayuda del narcotráfico.

El único camino es recobrar el patriotismo, la coherencia y el coraje, para enfrentar la amenaza… CON DIGNIDAD.

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