LIC. Julio Lozano García
Permítaseme hacerles algunas aseveraciones fundamentales a pesar de mi ignorancia sobre el tema de la afro descendencia, desde aquí, debajo del caimito de mi casa. Dicen los conocedores de la historia de nuestro Departamento del Magdalena y especialmente del Distrito Histórico, Turístico y Cultural de Santa Marta, que uno de los primeros en llevar esclavos por la región de Mamatoco fue Don Joaquín de Mier, seres humanos a los que trató con consideración y respeto, trato digno, que fue visto con malos ojos, por la clase aristocrática de la Sociedad Samaria, particularmente por aquellas familias que descienden de abolengos españoles. Actitud que llegó hasta los extremos, de exigirle a Don Joaquín, que sus esclavos se podían pasear “libremente” por todos los rincones de su finca, San Pedro Alejandrino, (donde murió tísico, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios, en 1.830, y quien fuera atendido en cierta época, por una dulce aya negra), más no por las calles de Santa Marta.
Y también Don Joaquín de Mier, fue el primero en esta zona del país, en certificar la LIBEERTAD a sus esclavos, testigos mudos de este acto humanitario, son los frondosos árboles de su finca y el rio Mamatoco.
A propósito de vegetales sagrados afrodescendientes, pude leer en un artículo del desaparecido David Sánchez Juliao, “Davo” de Etnia blanca libanesa, q.e.p.d., sobre su amigo Manuel Zapata Olivella, “Mane”, de Etnia afrodescendiente, q.e.p.d., quienes en cierta ocasión cruzando el paraje de los artesanos que se dedican a la fabricación da ladrillos en Lorica, Davo divisó un árbol y le dijo, “mira Mane, esa es una ceiba enana”. Y Mane le contestó, no Davo ese es un “Baobad”, árbol sagrado de Senegal, en cuya copa habitan los espíritus de nuestros muertos, para cuidar a los vivos, llegó a América depositada su semilla en la parte más húmeda y segura de una princesa africana, presintiendo tal vez, que para donde la llevaban no había baobad, continuó diciendo Davo, “cuando te mueras me cuidas Mane, me cuidas” Y éste, le respondió, “seguro Davo, seguro”.
De hecho Manuel Zapata Olivella, médico y escritor costeño, murió antes que su amigo, y Davo cumplió el deseo de Mane, quien en vida había deseado que al morir, cremaran su cuerpo y expandieran sus cenizas, acompañadas de rosas rojas sobre el Rio Sinú, para que éste, las llevara al Mar Caribe y de aquí, regreso a África, se encontraran con los espíritus de sus ancestros, que fueron arrojados al océano, durante la travesía en los Naos Negreros, cuando fueron arrancados de su continente para traerlos a América.