La pasada ola invernal hizo estragos en todas las poblaciones ribereñas, en este caso, nos incumbe, los 17 municipios del Magdalena, que fueron azotados por los estragos causados por el las lluvias que se adelantaron llegando en agosto, cuando tradicionalmente, aparecen en septiembre, cuando los “orilleros” no habían comenzado a rezarle a Santa Rosa de Lima o a San Isidro, para que los libraran de inundaciones fuertes, como las de años anteriores, de las cuales aún, muchos pueblos no se han recuperado, puesto que las obras de reconstrucción, no se han realizado, los boquetes permanecen abiertos y que decir por ejemplo con la erosión que todos los años, se va llevando más y más terreno, con la creciente del río Magdalena, que parece no tener compasión para arrasar con todo. Y el Gobierno nacional, solo piensa en mercaditos y en si acaso en “albergues”, (que aún, no ha sido construidos”) o podríamos decir en carpas, que no han sido instaladas, porque la diferencia entre una y otra, no es mucha. Pero, lo peor, es que de acuerdo a lo que reportó el IDEAM, ya viene empujando la temporada de huracanes de este año, que estará encima del promedio, registrado con anterioridad, lo que ha incidido en el incremento de lluvias, desde el 1º de junio. Y a las comunidades magdalenenses solo les queda rezar, para que las aguas desbordadas no lleguen a cobrar vidas, pues, ante la indiferencia de los órganos que deben prevenir esta contingencia, pareciera que se conformaran con mirar que las aguas invadan sus casas, arrasen los cultivos, se pierdan los animales, es decir, que las gentes del Magdalena están abocadas a perder lo mucho o lo poco que con el sudor y trabajo han conseguido; aunque no solo a la población vulnerable le toca enfrentar la tragedia sino también los acaudalados y los de menor rango pero con “facilidades”, para movilizar sus ganados, reconstruir sus viviendas y resolver la transitoria situación, desplazándose a otro sitio de menos riesgo, porque sus pastos y cultivos si sucumbirán bajo las aguas.
Pero, ante este dantesco cuadro, ¿qué hacen las entidades del Gobierno Nacional encargadas de prevenir toda esta situación?, casi nada, o poco menos que ¡NADA. Puesto que los estamentos del Estado se trenzan en “papeleos” y estudios, cuando conocen de la importancia, la necesidad y la celeridad con que deben ser corregidos los boquetes que el río abrió y que aún permanecen sin remediarlos que exponen a un 40% del territorio del Magdalena.
Mientras tanto, llegan funcionarios de la Capital y le dice a los alcaldes que hay plata, que elaboren los proyectos, pero deben esperar el resultado de los estudios. Y ¿Cuántos inviernos pasan, mientras llega el resultado de los estudios? Además aseguran que para las emergencias, los recursos son girados enseguida, pero cuando los alcaldes los exigen, les dicen “es que su caso no es de desastre, no es emergencia” y si los casos sucedidos en la ribera del Magdalena, no lo son, entonces ¿cuáles son los desastres y la emergencia? Igualmente, dan unos informes vagos, aprueban proyectos y la tramitología, atranca los recursos, por lo tanto, no hay soluciones que demuestren que el gobierno nacional va a contribuir, para que este año, no ocurran las tragedias a las que nos tiene acostumbrados el Río Grande de la Magdalena.
Cuando la inundación se hace inminente, los estamentos del gobierno dan respuesta a los interrogantes que se les hacen, “Se están terminando los estudios con los cuales se aprobará el proyecto” pero aprobado el proyecto viene la otra parte y es aquella donde se sufre para recibir los recursos, pero el río no da espera y cuando los recursos llegan a su destino las condiciones han variado y los trabajos casi que no se pueden realizar, pero eso sí “los albergues ya se van a construir y los mercaditos se están alistando”.
El Magdalena, necesita que se den soluciones radicales, que se inicie el dragado del afluente, esto de mercaditos y albergues no solucionan nada, es dinero botado. Si cuantificáramos los millones y millones de pesos que se gasta el Gobierno en la adquisición de mercaditos, carpas, colchonetas y el transporte de los mismos, seguramente tendríamos cifras semejantes a las que se invertirían en el dragado del río.