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Derecho penal LAS GRANJAS DIGITALES Y LO PENAL.

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Melchor Tirado Torres *

El ejército clandestino que está manipulando a Colombia mientras todos miran hacia otro lado.

Pero ¿Qué son las granjas digitales?, con la respuesta:  Las granjas digitales son estructuras —a veces físicas, a veces virtuales— diseñadas para manipular de manera masiva la actividad en internet. Su función principal es fabricar interacciones falsas que simulan popularidad, influencia o impacto. En términos simples: son fábricas de engaño digital.

En Colombia nos escandalizamos por la corrupción, por el narcotráfico, por los audios filtrados y por los espectáculos políticos de turno. Pero, increíblemente, nadie está hablando del monstruo que ya controla parte del debate público: las granjas digitales. Un fenómeno tan peligroso como invisible, que mueve elecciones, destruye reputaciones y fabrica “verdades” a punta de clics comprados y cuentas fantasma. Sí, lo que usted sospecha es cierto: mucho de lo que hoy se viraliza en redes no es espontáneo. Es manipulación pura y dura. El negocio sucio de la influencia .Las granjas digitales son la nueva frontera del crimen: cuartos llenos de celulares, bots disfrazados de ciudadanos indignados, operadores pagados para inflar a unos y hundir a otros. Mientras usted desayuna, estas estructuras ya han fabricado: un candidato “popular” pero inflado artificialmente, un escándalo falso listo para incendiar Twitter, cientos de comentarios coordinados para destruir una reputación, miles de “seguidores” comprados para convencer a incautos, una tendencia nacional manipulada para moldear la opinión. No es marketing. No es estrategia. Es fraude digital organizado. Y, como siempre, detrás hay intereses políticos, dinero sucio y campañas desesperadas por ganar a cualquier costo. La ley los alcanza… pero nadie quiere aplicarla. Los operadores de estas granjas se amparan en un mito: “Es legal, porque no está regulado”. Falso. El Código Penal colombiano los pisa por todos lados, aunque quieran hacerse los invisibles. Cuando inflan métricas para engañar y obtener contratos: estafa. Cuando crean miles de cuentas falsas: suplantación, falsedad personal. Cuando manipulan datos o estadísticas: daño informático. Cuando compran bases ilegales: tráfico de datos personales. Cuando operan como organización: concierto para delinquir. Cuando intervienen en campañas: delitos electorales. El problema no es jurídico. El problema es que nadie se atreve a meterse con quienes financian estas máquinas de manipulación. ¿La democracia colombiana ya está intervenida? Sí. No se necesita un hacker ruso para alterar la opinión pública en Colombia. Aquí mismo, desde oficinas discretas, se fabrican tendencias que usted cree “naturales”, indignaciones colectivas que en realidad producen diez operadores con 200 celulares y ataques coordinados para destruir o impulsar narrativas. Lo perturbador es que estos ejércitos digitales ya deciden debates: Deciden qué escándalos viven y cuáles mueren. Deciden qué candidato “sube” de la noche a la mañana. Deciden qué noticia se vuelve viral. Deciden a quién odiamos y a quién aplaudimos. La democracia ya no está en las urnas: está en los algoritmos, y esos algoritmos ya están capturados. Las preguntas que nadie quiere responder ¿Por qué la Fiscalía no investiga estas estructuras? ¿Por qué los partidos políticos callan? ¿Por qué las plataformas se hacen las ciegas? ¿Por qué periodistas repiten tendencias sin preguntar quién las creó? La respuesta es incómoda: Porque todos, de alguna manera, se benefician. Las granjas digitales son perfectas para ensuciar, inflar, ocultar y manipular sin dejar huella visible. Son el crimen ideal para el político astuto, el empresario desesperado, el influencer inflado y el grupo que quiere imponer una agenda sin dar la cara. Colombia está siendo manipulada, pero aún no despierta . Si el país no enfrenta este fenómeno con una política seria —y no con comunicados tibios— vamos a terminar viviendo en una democracia ficticia, diseñada por bots y operadores invisibles. Necesitamos: Fiscalía especializada real, no de adorno. Regulación electoral fuerte en redes. Trazabilidad de publicidad política digital. Sanciones ejemplares para manipuladores digitales. Periodismo que no trague entero. Ciudadanos menos ingenuos ante lo “viral”. Porque mientras seguimos discutiendo sobre “tendencias”, la opinión pública ya está secuestrada por granjas que nadie quiere desmantelar. La verdad es esta: En Colombia, hoy, muchas discusiones públicas no las está dando la gente. Las están dando granjas digitales financiadas por intereses que jamás darán la cara. Y si no enfrentamos esto ya, el país entero será gobernado no por votos… sino por algoritmos manipulados al mejor postor.

Abogado *

melchortiradot@gmail.com

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